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Ilustracion

Felix María de Samaniego: Fábulas

Siglo XVIII: Literatura española de la Ilustración

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Publicadas en 1784, la Fábulas morales recogen un total de 157 composiciones, distribuidas en nueve libros y precedidas de un prólogo. Fueron compuestas para los alumnos del Colegio de Vergara, en cuya labor pedagógica colaboraba. Su intención está dentro del carácter didáctico de la literatura neoclásica e ilustrada y respondía a la máxima estética de instruir deleitando. Debieron de influir en la elección del género sus conocimientos de la literatura francesa, en especial de La Fontaine, aunque Samaniego no es un mero traductor, sino que actualiza la materia tradicional desde las fuentes clásicas (Esopo y Fedro), aumenta los datos explicativos y dramatiza las escenas en relación con la función didáctica que pretende.

En el desarrollo de las fábulas, el escritor alavés sigue la estructura convencional, aunque procura plantear claramente la oposición entre los personajes-animales por medio de adjetivos antitéticos, para que de ella se desprenda clara la moraleja. La formulación de la moralidad suele ir al final de la fábula, como consecuencia aleccionadora de lo sucedido en el episodio que la precede. Quizá sea la moraleja, desde el punto de vista de la estructura, el aspecto menos conseguido en Samaniego, por culpa de su excesiva extensión. Se exige que sea concisa y breve, de forma que pueda quedar grabada con facilidad en la mente infantil. Pero Samaniego se pierde con frecuencia en rodeos inútiles, a diferencia de La Fontaine, que solamente insinúa la moraleja.

El tipo de moralidad de las fábulas no es cristiana, ni tan siquiera ingenua. Se aplica, siguiendo la tradición, el concepto naturalista de la moral. Las bases están próximas a la ideología de Rousseau, pero en realidad es una ética de supervivencia y de lucha por la vida la que los animales parlantes nos predican. Una moral en la que tienen cabida el egoísmo, la venganza, la astucia, la desconfianza... Tampoco debemos olvidar el rico caudal de ideas ilustradas o de estética neoclásica. Otras veces son simples principios de convivencia o reflexiones dictadas por la experiencia, de puro valor práctico. Por eso no es extraño que las moralejas estén tan cerca de la filosofía del refrán y que a veces se formulen con uno de ellos, literalmente o con ligeras modificaciones por imperativos de la rima.

Consecuente con sus principios estéticos y los destinatarios iniciales de la obra, Samaniego hace en sus fábulas un derroche de gracia y sencillez. La gracia la consigue a base de viveza y colorismo en la expresión. Las fábulas están esmaltadas, ya que no de metáforas, sí de expresiones cálidas e ingeniosas, construidas sobre un lenguaje corriente. Juega también con los refranes y los dichos populares. Otros rasgos que definen su estilo son la ausencia de elementos cultos, la simplicidad del vocabulario y la acumulación de sustantivos y verbos, signos de su dicción concisa.

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