Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, Mártir
A) Génesis de la obra
Miguel de Unamuno escribe esta novela en noviembre de 1930. La 1ª edición se publica en 1931 en la revista “La Novela de Hoy”. Hay que esperar hasta 1933 a la edición definitiva publicada en Espasa-Calpe junto con tres otras historias: La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez y Un pobre hombre rico o el sentimiento cómico de la vida, más Una historia de amor.
La presente novela no es fruto de la espontaneidad; Unamuno llevaba algún tiempo pensando en publicar una novela que girara entorno a un cura que había perdido la fe. Determinadas lecturas (Nietzsche, Kirkegaard, …) y visitas a ciertos lugares le ayudan a dar un cuerpo novelesco a su obra.
En junio de 1930 Unamuno hace una excursión al lago de Sanabria (Zamora) donde se conserva la leyenda de un lago y de un pueblo que se haya sumergido en el mismo: Valverde de Lucerna. Esta leyenda, que también aparece en algunos textos medievales franceses, inspira de manera determinante la que podemos denominar la novela más autobiográfica de Unamuno
B) Arte del relato. Aspectos técnicos. Estilo
i. Arte del relato
Hay que subrayar el arte del relato, la maestría, la firmeza de pulso con que Unamuno conduce la narración. Durante la primera parte vamos asistiendo a una caracterización progresiva del personaje central, mediante un hábil engarce anécdotas.
Pronto, sin embargo, comienza el autor a intrigarnos, a hacernos entrever algo oculto en el sacerdote. Tras el nuevo impulso narrativo con que pasamos a la segunda parte, la intriga, la suspensión, va en aumento; de una manera gradual – verdaderamente admirable – vamos acercándonos al secreto, cuyo descubrimiento es el momento culminante del relato. Con la misma seguridad, y a través de diálogos que ahondan en el problema, caminará la novela hacia su final.
ii. Personajes
De pasada hemos aludido a la caracterización del protagonista, de cómo progresivamente va adquiriendo su talla humana, su fuerza inolvidable. Menos relieve tendrán los personajes de Ángela y Lázaro, aunque también destacan ciertos rasgos interesantes. Es igualmente destacable el papel de Blasillo.
Destaca el intencionado valor simbólico de los nombres de los personajes: el nombre de don Manuel, coincide con uno de los nombres de Cristo: Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Ángela significa “mensajera” y tienen relación con la palabra “evangelista”. En cuanto a Lázaro, él mismo se relaciona explícitamente con el “resucitado” del Evangeliio. Análogo simbolismo se transparenta en los nombres de lugares: Valverde de Lucerna, Renada.
iii. Elementos del paisaje
Muy importante es la carga simbólica que adquieren ciertos elementos del paisaje: el nogal, la montaña, el lago. Especialmente complejo es el de este último, que refleja el cielo a la vez que esconde una aldea muerta, y que invita ora a elevarse hacia lo alto, ora a hundirse fatalmente en él.
iv. El diálogo y el estilo
El diálogo tiene una importancia fundamental como vehículo de las ideas, como exteriorización de los conflictos ideológicos y de los dramas íntimos. Tienen igualmente una función narrativa: así, las conversaciones en que Lázaro refiere a Ángela las tribulaciones de don Manuel. En relación con ello, destaca un aspecto original: la aparición del diálogo dentro del diálogo.
En cuanto al estilo, la lectura nos permite comprobar los rasgos de la lengua literaria de Unamuno en toda su madurez, la intensidad emocional, la densidad de ideas, el gusto por las paradojas… sin pasar por alto el lirismo de ciertos momentos.
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