Mario Vargas Llosa (1936-)
Después de leer la última publicación de Mario Vargas Llosa, cabe preguntarse para qué sirven las novelas, si es que sirven para algo, esencialmente cuando son históricas o historias noveladas.
No todo el mundo puede llegar a la síntesis literaria del cuento de Augusto Monterroso expresado en una sola línea:
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí,".
El máximo exponente de la ficción latinoamericana, Jorge Luis Borges, jamás escribió una narración larga, le bastaron sus cuentos para crear su universo literario. Abundan los ejemplos en la narrativa hispanoamericana, más o menos conocidos: Juan Rulfo, Julio Ramón Ribeyro, Martín Adán, Horacio Quiroga.
La fiesta del Chivo de Vargas Llosa tiene 518 páginas y en ellas nos relata los años inmediatamente anteriores y posteriores a la muerte del último dictador de la República Dominicana. Repite su gran tema, el que desarrolló en su mejor libro, Conversación en La Catedral, donde también fabulaba sobre otro dictador, el presidente del Perú, general Manuel A. Odría, dejando correr su vocación por la Historia que iniciara como ayudante del historiador Raúl Porras Barrenechea en Lima.
A una novela extensa, basada en un personaje real, no hay más remedio que buscarle la justificación; de no ser así, nos contentaríamos con leer la historia verdadera en todos sus detalles. También es verdad que puede estar amparada por exigencias editoriales: un libro voluminoso de un autor de prestigio puede venderse a un precio superior, y estas razones extraliterarias hay que tenerlas muy en cuenta a la hora de evaluar la obra del autor peruano, que ejerce de chamán mediático del mercado libre en sus artículos periodísticos.
La nueva novela de M.V.Ll. se abre con una detallada descripción del paisaje urbano de la entonces llamada "Ciudad Trujillo" y hoy nuevamente Santo Domingo. Hasta la página 25 sólo sabemos que Urania Cabral ha vuelto a su tierra después de mucho tiempo de vivir en los Estados Unidos y que algún suceso terrible la empujó a abandonarla en épocas del dictador. En el segundo capítulo nos presenta al temido protagonista: Rafael Leonidas Trujillo, el odiado o amado "Chivo". Nos lo presenta a las cuatro de la madrugada, hora en que se sacudía las miasmas para empezar su nauseabunda jornada.
A través de la visita que Urania hace a su anciano padre, antiguo hombre de confianza del tirano desfila un variado anecdotario de crímenes, crueldades y vejaciones del dictador y sus sobones hasta desembocar en la conspiración (o más bien tediosa espera) y muerte de Trujillo. Desde las primeras páginas el lector intuye estos dos ejes sobre los que va a gravitar la novela y que en su momento se entrecruzan: de un lado, la consumación del asesinato del tirano y por otro, la terrible ofrenda de la virginidad de Urania al "Chivo", realizada por su propio padre, a los catorce años de edad.
Vargas Llosa se dio a conocer con una sorprendente novela de colegial (La ciudad y los perros) cargada de justo resentimiento contra el sistema autoritario que padeció en el Colegio Militar Leoncio Prado del Callao. Tuvo el acierto de trasladar fielmente al papel la jerga, replana o argot "milico-prostibulario" que allí imperaba. Resultó novedoso. Sus compañeros, que conocían tan bien como él ese lenguaje, continúan hoy de uniforme o de paisano en el ambiente "fujimorista" actual. Vargas Llosa se elevó rápidamente a la categoría de novelista de vanguardia. La crítica lo mimó como nuevo valor de la narrativa peruana. Su relación con la Cuba "castrista" le confirió la imagen revolucionaria que facilitaba el triunfo a los jóvenes de los años 60, aunque no correspondiera con su carácter conservador, elitista, que afloró espontáneamente cuando los "valores de la izquierda" cayeron en desgracia, llegándose a presentar como candidato a la presidencia del Perú para defender los intereses oligárquicos de la banca peruana ligada a Estados Unidos, bajo la apariencia de un "neoliberalismo" con piel de cordero más que de chivo.
Pero en el campo de la literatura Vargas Llosa no defraudó: después de publicar una obra al estilo costumbrista de José María Arguedas, La casa verde, donde ya prueba las nuevas técnicas narrativas que utilizaría en obras posteriores, publica Conversación en La Catedral, que es una inmersión en la idiosincrasia peruana, con personajes que pasarán al acervo colectivo, como Zavalita al que todavía no se le ha respondido a la pregunta con que inicia la novela: "¿En qué momento se había jodido el Perú?"
Aunque La fiesta del Chivo prosigue la misma temática política, carece de la riqueza de las "conversaciones" que "oímos" en el bar "La Catedral" de Lima. Al igual que en otra de sus últimas novelas, Lituma en los Andes, el texto se nos presenta correoso y difícil de tragar.
No sería extraño que algún día Vargas Llosa nos sorprenda con un volumen sobre el otro "Generalísimo": Francisco Franco, cerrando así una trilogía dedicada al autoritarismo político. Podríamos preguntarnos entonces: ¿Nos proporcionará algo que no podamos leer en las abundantes biografías que ya hay sobre el dictador español? ¿Nos ayudará a comprender algo más sobre la condición humana, sobre cómo se articulan los elementos que intervienen en las tiranías? ¿O sería simplemente una recreación más de escenas de una crueldad compulsiva, terroríficas, de un desprecio total a la vida, a la mínima dignidad del hombre, magníficamente bien fabuladas a lo largo de más de 500 páginas, como es La fiesta del Chivo.
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