Mariano José de Larra (1809-1837)
Nació en Madrid en el año 1809 como hijo de un médico liberal exiliado. Se educó en Francia, lo cual le permitió conocer perfectamente el idioma, y pudo ponerse en contacto con la cultura francesa y vivir desde su infancia en un ambiente liberal y progresista. En Madrid inició su vida literaria. A los veinte años se casó, aunque fue un fracaso. Se enamoró de una mujer casada, Dolores Armijo, con la que mantuvo hasta el final unas relaciones amorosas irregulares y turbulentas. Los desengaños ante la situación política, social y económica del país y sus propios problemas personales le condujeron a un pesimismo total. El abandono de su amante fue la gota que colmó el vaso. Larra se suicidó en el año 1837 disparándose un tiro en la sien delante de un espejo, con sólo 28 años. Fue un hombre muy inteligente y crítico hiriente y mordaz, dotado de un gran poder de observación y de una profunda ironía. Defendió siempre la libertad social y política y denunció hasta darse por vencido los grandes males de la vida española. Larra es romántico por su independencia, por su liberalismo militante, por su vida amorosa y atormentada y por su final trágico.
Larra compuso poemas poco importantes, algunas obras dramáticas y una novela histórica, El doncel de don Enrique el Doliente (1834).
Pero la importancia de Larra en la literatura española radica en los artículos periodísticos. De él se ha dicho que es el mejor periodista español de su tiempo y el creador del periodismo moderno. Desde muy joven fundó diversas publicaciones satíricas y colaboró en importantes revistas y periódicos de su época. Empleó diversos seudónimos para firmar sus colaboraciones, hasta adoptar definitivamente el de "Fígaro".
Los doscientos artículos periodísticos que escribió suelen agruparse en tres apartados: artículos de costumbres, artículos políticos y artículos literarios. Los políticos y literarios tienen hoy en día menos interés. En los primeros, los más famosos en su tiempo, testimonia su ideología liberal. Los literarios menos agresivos, comentan obras y autores, y trazan un sombrío panorama del momento literario español, criticando su dependencia de la literatura extranjera.
Los artículos de costumbres son más interesantes y, en su mayor parte, plenamente actuales y los mejores desde el punto de vista literario. Larra no se queda en la pura descripción pintoresca; lo que persigue es la crítica de lo que observa y, además, se proyecta personalmente, aportando su dolorida experiencia a lo que escribe. La crítica de Fígaro, mordaz, pesimista y satírica, se dirige a lo que él llamó el <
Casi todos estos artículos tienen una misma estructura: un comienzo generalizador, en el que plantea el problema, y una segunda parte que desciende a casos concretos - tipos, anécdotas, situaciones - para exponer con más garra y más plasticidad el tema, con un lenguaje directo y popular.
El estilo de Larra es claro, directo y efectivo. Se debe destacar la ironía, el humor y el dominio de toda clase de recursos estilísticos. Se ha afirmado que con él comienza la prosa contemporánea en la Literatura española: otro aspecto más de su modernidad.